Durante la Primera Asamblea Mundial de la Salud, realizada en 1948, se propuso establecer un «Día Mundial de la Salud» para conmemorar el día de la fundación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el que se celebra cada 7 de abril. Para esto, cada año, la OMS elige un tema prioritario en salud y este año correspondió a la resistencia a los antibióticos y su diseminación a nivel mundial, bajo el lema “Si no actuamos hoy, no habrá cura mañana”
Durante las últimas décadas se han producido importantes avances en medicina humana y así, para enfermedades que hasta hace poco tiempo atrás eran mortales ahora el pronóstico es más alentador, el ejemplo más típico lo constituye el VIH/SIDA. Sin embargo, en lo que respecta al tratamiento de enfermedades infecciosas bacterianas el panorama se ve cada vez más complicado, ya que las bacterias han ido modificando su respuesta frente a los agentes antibacterianos, lo que se traduce en opciones terapéuticas cada vez más reducidas. Además, un problema adicional, es el limitado desarrollo de nuevos antibióticos, dirigidos al tratamiento de infecciones producidas por microorganismos multiresistentes.
La resistencia a los antibióticos es un problema complejo en el que están participando diversos factores; no obstante, el más importante es la presión selectiva que se ejerce al usar estos compuestos. Sin duda, el ambiente hospitalario constituye el principal reservorio de bacterias resistentes a los antibióticos. Allí, su uso ha aumentado considerablemente debido al creciente número de pacientes de la tercera edad, pacientes sometidos a diversos procedimientos invasivos, como también, al elevado número de pacientes inmunocomprometidos. Sin embargo, también son preocupante las cifras de bacterias multiresistentes que están siendo aisladas en pacientes de la comunidad (no hospitalizados), dando cuenta que las bacterias resistentes a los antibióticos tienen la capacidad se diseminarse en diferentes ambientes. Además, se debe destacar que los antibióticos no sólo se utilizan en medicina humana, sino que también en medicina veterinaria, agricultura y acuicultura, lo que ha contribuido a la selección de bacterias resistentes en distintos hábitats. Otro punto a considerar, es la rápida movilización de personas por el mundo, lo que es un factor fundamental en la diseminación de estas bacterias. Así, en estos últimos meses, hemos visto como la prensa nacional e internacional da cuenta de este proceso, señalando la rápida diseminación de las bacterias que portan la enzima NDM-1 (identificada por primera vez en diciembre 2009 en un paciente sueco que había estado hospitalizado en Nueva Delhi, India), y que corresponde a una enzima que es capaz de inactivar compuestos antibacterianos extremadamente activos como son los antibióticos carbapenémicos.
Considerando la gravedad del problema, la OMS hace un llamado a los gobiernos y la comunidad científica para que se comprometa a iniciar acciones, en especial desarrollando planes nacionales con financiamiento asegurado, contar con laboratorios de microbiología bien equipados, mejorar el uso racional de los medicamentos, prevenir las infecciones asociadas con la atención de la salud y desarrollar nuevas herramientas diagnósticas y terapéuticas con el objeto de reducir la mortalidad, la morbilidad y los costos socioeconómicos que implica la resistencia a antimicrobianos. De acuerdo a la OMS, cada año se producen unos 440.000 nuevos casos de tuberculosis, producida por Mycobacterium tuberculosis multiresistente, que causan como mínimo 150.000 defunciones. Hasta la fecha, estos microorganismos han sido informados en 64 países.
Por lo tanto, es prioritario dar a conocer y educar sobre el problema de la resistencia a antibióticos, para evitar que se cumpla lo manifestado por la Dra. Margaret Chan, Directora General de la OMS, quien señala “Mientras no se apliquen medidas correctivas y protectoras de carácter urgente, el mundo se encamina a una era postantibiótica, en la que muchas infecciones comunes no tendrán cura y volverán a matar con toda su furia”.